¿No era más fácil cuando solo eramos luz?
Fuimos entes infinitos pululando por la nada.
Hazle una herida al río y recoge sangre,
el viaje es largo y estamos perdidos.
Nos apremia el destino de la eternidad,
nos impulsa con la rosa de los vientos
que siempre cuelga de su costillar.
Vamos solos y ciegos a ninguna parte,
tropezamos con la letal arena del reloj
y buceamos a su núcleo para investigar.
Como átomos nos rozamos o chocamos
brutalmente con nosotros mismos.
Nuestras curiosas ramas se acarician
suenan a sonrisas de un niño pequeño,
y se funden, se eliminan o pasan de largo.
La hermosa inocencia de solo tocarnos
la perdimos con el peligro de ojos humanos.
La inteligencia logró apagarnos y poner
mil nombres al mundo que rodeamos.
Pero conservamos el instinto de astro,
los rayos de nuestros padres nos siguen buscando.
Fuimos entes infinitos pululando por la nada,
y ha llegado la hora de volver a casa.