martes, 29 de octubre de 2013

La moledora

Puta y reputa inmadura
que no se cansa en doler,
¡cómo le gusta hacer daño!
¡cómo le gusta joder!
No puedes ni abrir la boca
y ya está ahí otra vez,
más aprietas tú los dientes,
menos te deja comer.
Parece inocente y pura
pero es dura de roer,
por blanca y fuerte que seas
mala caries que te de.
Amargura es lo que siento,
mucha rabia y frustración,
y no hay a quien se lo cuente
que no me de la razón. 
Y es que eres mala, hija puta, 
madre de la Enfermedad:
tengo el alma hecha pedazos,
no me dejas descansar.
Ojalá cuando madures
sea tu vida feliz,
espero que no te encuentres
nadie parecido a ti.
El no poder enfadarme
es sin duda lo peor, 
porque tu daño es mi daño,
aunque solo sienta yo. 
Tu existencia es la agonía
que no concebí al nacer,
pues si lo hubiese supuesto
no habría de padecer. 
Si ya lo dijo Quevedo,
qué gallina es la mujer
y puto el dolor de muelas
cuando empiezas a crecer.
El día del juicio llega
al sentirte aparecer,
de ahí tu nombre, vil martirio,
así explico tu poder.
Mi boca es una condena
porque ya no sé hablar bien,
desde que estás en mi vida
solo me sale ¡joder!

Con todo mi cariño
y mis mejores deseos,
a mi cordal 32.

viernes, 25 de octubre de 2013

Abismo

Estómago de hielo. 
Mente recién lavada. 
Corazón sin corazón.
Constante, repugnante nada. 
Campo abierto. 
Sin murallas. Sin sentido. 
Una gaviota sin tierra. 
Una luna sin planeta. 
O sencillamente yo. 
Vacío. Algo frío.
El tiempo sin un reloj. 
Bosque eterno. El infinito. 
No hay camino. El sinsentido.
Sigo esperando a Godot.
Respirar = tener pulmón. 
Ojos que ven todo grises. 
Nacer nulo, color neutro. 
Tener solo cuerpo. 
Cortar siempre por el medio.
O simplemente ser yo. 








El inocente

Abrió los ojos sin verme y le dije "no te mueras"
tenía la piel tan clara que vi sus venas violetas.
Aquellas pupilas negras, más profundas que el vacío
me dejaron caer sola como de un gotero frío. 

Sonó entonces mi latido como el eco de un rugido,
se me encorvó la espalda y me salió un morro fino.
Lo abrazaba con ternura contra mi alterado pecho,
mi respiración turbada cortaba el aire en silencio,
y lo tapé con mi alas, del color del firmamento.

Lo estudiaba entre mis garras con órbitas dilatadas,
pero él sin ningún miedo devolvía  mi mirada.
Bostezó con la energía de un gran rey de La Sabana, 
y cual débil criatura se quedó ahí, acurrucada. 

Soy monstruo depredador por esa piel inocente,
frágil, enferma, callada, que me observa fijamente,
que no juzga lo que ve y es sincera en lo que siente.
Pasar sobre mi cadáver deberán los elementos
para que su vida pague lo que otros por él han hecho.  





jueves, 24 de octubre de 2013

La bruja helmántica

Con estas palabras habló una vez la bruja helmántica:
lo que natura no da, no lo presta Salamanca.

También le solía dar un consejo al estudiante:
si te agobias al vivir, y solo deseas la muerte,
al ver la muerte venir, retornarás a agobiarte. 

Al pedante criticaba explicando a gritos antes:
¡¡el arte se vive y no se vive del arte!! 

Y a quien salía de juerga, irónica, preguntaba:
¿tener tanto que hacer, que al final no se hace nada?
Y lo guiaba en la noche con piedras blancas.

Con estas palabras habló una vez la bruja helmántica.
Quien un día estuvo aquí, nunca olvida Salamanca.





miércoles, 23 de octubre de 2013

Sombras y arena

Céntimo a céntimo levanté un castillo, 
y me pareció precioso. 
Un golpe de viento tiró sus murallas,
y de sus cimientos quedaron 
las ruinas más bellas jamás encontradas. 
Me dijo un experto que aquello era arte, 
y con dinero pretendió comprarlas.
Yo las cambié por polvo que se las llevara. 
Me quedó entonces tan solo un recuerdo,
 y del recuerdo cenizas en el alma.
Pensé en el reducto del fuego fundido 
que diseñó mis maleables monedas oxidadas.
Pensé luego en mi saquillo de arena, 
al que ningún calor le pudo criar malvas, 
y en el recuento final me sentí pagada.
Tuve lástima por el comprador experto
que se llevó la escurridiza materia utilizada.
Le pinté por compensarle en la arena agua, 
y me dijo que aquello no valía nada. 
Me pregunté entonces si era de mi especie, cuál era su raza.
Pero no quise ofenderle y bajé la mirada.
Por burla me regaló un cardo y le dí las gracias.
Se extrañó, le dio miedo y no volvió a buscarme la cara. 
Mi cardo borriquero como oro pesaba, 
lo planté en el polvo y me quede esperando a ver qué pasaba. 
Siguió ahí durante siglos,
mientras se pudrían todas las demás plantas.

domingo, 20 de octubre de 2013

Desconócete

Pronuncia un suspiro, y se chista,
aplaude con los pies muerta de risa.
¿Por qué tiene la gente tanta prisa?
Despierta en gris. 
Si mira la plaza sin desenlazar las pestañas,
si trenza el pelo a un dedo, imagina...
...imagína que tiene un sombrero de vaquero.
Suena Jet, Are you gonna be my girl en su cabeza. 
Y los pájaros picotean lo que se piensa. 
Nada ha pasado. Practica gestos.
Se desconoce.
Solo hay un color y está en sus labios, el rojo fresa.
El silencio y el frío bajo el abrigo.
 ¿Te imaginas que se mueren los horarios?
 Nada nuevo bajo el tiempo.
Ojalá quedarse allí eternamente,
en la sombra de aquella plaza observando gente.
Acurrúcate y coge un cigarro, amigo.

Pesa la vida, y pasa la muerte.
Pierde conmigo.