miércoles, 4 de diciembre de 2013

Espíritu

Hay quien dice que cuánto más alto se sube, más dura es la caída. Si esto fuera un motivo para no subir, jamás aprenderíamos a caer.

Nos dejamos convertir en monstruos, nos armamos de garras y dientes. Nos cubrimos con capas de pelo, con caparazones, o cambiamos de piel. Nos hacemos fuertes. Empezamos a ser valientes.

Alcanzar un tratado de paz con tu alma, perdonarte a ti mismo, alimentarte de la conexión que mantienes con tu espíritu en vez de intentar vomitarla a cada segundo, te hace sobrevivir. Todo es más sencillo si asumes lo que eres y que no puedes cambiarlo. Si dejas de intentar destruirlo, dejarás de destruirte a ti mismo.

Nadie elige lo que quiere ser. Por eso todo es más sencillo si simplemente hacemos que nos guste. Buscar la parte buena, la otra cara en la moneda. Utilizarla. Saber que está ahí. Normalmente es nuestra peor parte la que nos hace seguir adelante en los peores momentos. Nos obliga a vivir cuando pensamos con más seriedad en la muerte.

Me sentía sola y perdida, incluso cuando llegué aquí, perseguida por mi propia alma, hasta que dejé que llegara hasta a mi. Pudo acabar conmigo, pero en vez de ello se puso delante y me marcó el camino.

Puedo decir que el miedo a cada paso que doy sigue existiendo, que no se irá nunca. Que todavía de vez en cuando me paro a respirar debajo de un árbol, porque necesito tomar aliento para seguir avanzando.

Pero empiezo a ser feliz cuando, después de cada paso, descubro que la nieve no se hunde, cuando detrás de mí solo queda la huella.





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