Naufragué creyéndome lista para morir, salí arrastrándome de las heladas aguas, creyendo que aquí moriría en paz. Pero respiré, y me di cuenta de que tenía más fuerza, que aún no había arrugas, que la tormenta que destruyó el barco y me trajo hasta allí solo me había preparado para vivir más intensamente. Y este era el lugar perfecto para vivir luchando. Tal vez tenía que darle las gracias.
La poca gente que encontré al principio me llamaba la niña sin labios, porque había perdido mi sonrisa. Entendí como debió sentirse Aquiles, cuya etimología es "sin labios", si Peleo eligió su nombre por aquel motivo. La echaba de menos, me sentí extraña sin ella al principio, pero aprendí a ser feliz con la mirada, pensando que si cayó al mar, le hice al agua el mejor regalo que me dio mi especie.
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