A veces, paro el tiempo.
Cada vez que siento esperanza me pego un tiro. Y vuelvo a levantarme del suelo, con las uñas rotas, la piel quemada nuevas heridas encima de las costras de las anteriores.
Me busco, y no me encuentro.
Solo hay una niña, llorando a moco tendido, buscando una manzana en un desierto. Cuando llega la noche, se esconde, aunque sabe que está sola. Se mete la manga del jersey en la boca para que no se oiga, y grita.
Tanto dolor en la cabeza.
Los gusanos me comen por dentro. La cara, hecha una máscara de lágrimas, gira despacio. Até todos los hilos para hacer una soga, y me ahorqué.
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